En una pequeña y modesta
cuidad, calurosa y sofocante como horno de barro, existe una pequeña casa de
material dudoso donde surgen diferentes conversaciones de múltiples
temperamentos, algunos son fríos, otros
tibios, pero hay algunas discusiones que hacen sufrir, crean una atmósfera
pesada y hostil que me molesta en su totalidad.
La mentalidad de sus huéspedes
es animada por lo general, cotidianamente se sientan en sus respectivas mesas
para desayunar, almorzar y cenar. Comparten con los suyos en conversaciones que
contienen risas y tal vez duren hasta más allá de la madrugada cuando el asunto
a tratar es interesante y especial.
Allí arriba está el Astro
Señor Sol que nos quema la piel, nos derrite a base de sudor y hierve nuestras
cabezas de remolacha para que sintamos la dolorosa ruta de la soledad soleada.
Porque compartir con otros
semejantes ya no es divertido, porque hablar se transforma en una lucha verbal,
porque gracias al calor mi sueño de
despertar tarde se ha marchitado.
¿Es tan difícil ser dueño de
algo dentro de esta pequeña y sofocante cuidad?
¿Por qué no puedo rayar una
pared y no sentir culpa? ¿Por qué no me da lo mismo destruir y reparar con mis
propias manos?
Aguantando, aguantando desde
tiempos inmemoriales muchas situaciones negras como los ojos que observo en el
espejo.
Las cosas seguían su estela
feliz, todo aparentaba ser tranquilo y suave, el túnel del amor era una ideología
que se podía alcanzar, las amistades eran felices, el estudio –aunque complicado-
aparentaba ser distinto, más cercano y fácil de ver. Ahora todo muere
inevitablemente.
Es una muerte anunciada y fatídica
como la de un señor con grandes alas que sobrevuela mi cabeza en búsqueda de lógica
y motivación, las dos cosas que necesito más que ese túnel que ahora parece
lejano, al horizonte, no puedo llegar hasta allí a base de esfuerzo o amor ya
que no los poseo.
Como una burbuja que aparece a
base de shampoo, agua y un poco de suerte, es tan hermosa y extraña, la
contemplo porque junto a ella todo parece perfecto, pero ese espejismo dura
poco y se revienta en frente de mis oscuros ojos para mostrarme la realidad. El
utópico sueño a fallecido.
Aguantando nuevamente, vuelvo
a resistir como solía ser desde el inicio ¿esto de verdad me afecta? Como un
erizo de infinitas púas que se entierran debajo de las uñas de los dedos, me
acorazo y sello mis labios rotos porque el temperamento del ambiente me estresa.
Mira a esa familia rubia de
piel angelical que aparece en televisión de color a la hora del almuerzo para
promocionar algo que seguramente no tendré, se trasladan en vehículos lujosos
por la costa dorada en pleno atardecer naranja con su pelo al aire, parecen
semidioses en tierra de semihombres, una raza de reinos lejanos con gran poder
adquisitivo, muy lejos de los problemas cotidianos de la gente idiota como
estos huéspedes que luchan como animales por sucio dinero, tratan de conservar
lo poco que tienen de dignidad dentro de este material dudoso.
A veces quiero pegarme un tiro
en la sien, otras veces quiero ir a Hawaii y ser Kawaii con flores, mariposas,
sonidos relajantes llenos de aromas psicodélicos y pegarle un tiro a los
problemas que llevo arrastrando en mi espalda durante tanto tiempo. El estudio,
la socialización forzada, pruebas y obligaciones incoherentes, competiciones anónimas,
restricciones y amenazas de diferentes niveles de daño, la eterna contaminación
e ignorancia que ya no soporto más, me crean un dolor y la cabeza me duele cada
vez más.
Lo único que deseo, lo único que
quiero con muchas esperanzas es descansar sobre una suave superficie fresca,
sin preocupaciones de muertes o destrozos ajenos, sin desquiciarme por
alimentos o dinero, sin tener que socializar por obligación con personajes
desconocidos o hacer trabajar la mente por algún inservible examen numérico o
escrito.
Por más que invoque a la
lluvia no caerá, el rey sol nos gobierna y elimina cada espacio de frío que
resultaba ser mi cobija. Mi sensibilidad aparece en tiempos de atmósferas
hostiles, el hambre no aparece, tampoco el sueño o el cansancio.
Por más que llame a la lluvia
no caerá, se ha secado y no hablara más conmigo. Siempre tuve un final triste.
El nombre no importa mucho en estos casos, los
niños corren con sus zapatillas coloridas por los pasillos y no tienen miedo de
caer, ahora se disponen a partir de esta lugar que no fue ideado para expresar
tus sentimientos, tus ideas artísticas ni nada por el estilo, este lugar fue
construido para reprimir todos los colores y dejarlos grises y tristes
El corazón no importa mucho en
estos casos, las personas caminan por encima de tus sentimientos si se trata de
dinero fresco, la oportunidad llama y ellos tienen que partir a trabajar en un
lugar donde el gris es la felicidad y la gama de arcoíris es la lujuria amarga.
II.
Afirman acusaciones en su
nombre y arremeten para defenderse de forma agresiva y soez, ya no existen los
buenos modales que nos trataron de enseñar nuestros obreros padres, ya no aparecen los consejos de las infinitas
misas o reuniones religiosas a las cuales asistíamos por tradición y respeto al
supuesto creador que tenemos sobre nuestras cabezas. No somos nada y a la vez
queremos controlar el mundo, el nodo de cada ser vivo, nuestra codicia de poder
nos nubla la mentalidad que solíamos tener cuando éramos simples niños en búsqueda
de leche y galletas, de esa clase de necesidades diarias en donde solo
importaba el presente y el futuro era algo desconocido.
¿Recuerdas cuando tus encías sangraban
en vacaciones?
Las ideas eran escasas porque
la imaginación se confundía con la realidad de tal forma que no podía
diferenciar tu rostro recortado con la pintura barroca que tengo sobre la
ventana por donde entran los primeros rayos madrugadores del tirano rey sol de
gafas oscuras. Nosotros queríamos ser algo especial para los conocidos como
desconocidos, la palabra preocupación no la conocíamos. Lo único que esperábamos
recibir era cariño acompañado de un poco de leche con galletas. No pedíamos mucho.
Hoy, el calor nos aqueja y
nuestras palabras causan dolor cuando no sabemos ocuparlas en la persona
correcta.
Herimos al inocente y
perdonamos al culpable.
Tengo una venda en los ojos y
mis manos son lo único que tengo para reconocerte, tu rostro de labios
quebradizos que cada cierto tiempo me intriga más y más sigue allí, debajo de
tu misteriosa mirada las lágrimas florecen una vez más.
No son gotas de alguna lluvia
perdida en verano o lágrimas de felicidad exaltada, tampoco pertenecen a un
bostezo que contenga demasiado sueño, nada de eso, tus marinas lágrimas saladas
son provocadas por el sufrimiento de algo que te aqueja. Mis ojos están vendados,
mis manos están libres.
Cuando pueda volver a ver con
claridad me daré cuenta de todo el dolor ajeno que he causado, mi sangre ya no están,
mis recíprocos conocidos han desaparecido y tu estas llorando bajo la sombra del
ancestral árbol donde pasabas tiempo trazando líneas perdidas sobre el blanco
papel, tan solo lloras por el exterminio de tu efímera paz.
Tus labios quebradizos están destrozados,
tu angelical rostro se ha marchitado, mi idiota vida se está tardando en
acabar.