14/5/14

La vida de los idiotas.

I.

En una pequeña y modesta cuidad, calurosa y sofocante como horno de barro, existe una pequeña casa de material dudoso donde surgen diferentes conversaciones de múltiples temperamentos,  algunos son fríos, otros tibios, pero hay algunas discusiones que hacen sufrir, crean una atmósfera pesada y hostil que me molesta en su totalidad.

La mentalidad de sus huéspedes es animada por lo general, cotidianamente se sientan en sus respectivas mesas para desayunar, almorzar y cenar. Comparten con los suyos en conversaciones que contienen risas y tal vez duren hasta más allá de la madrugada cuando el asunto a tratar es interesante y especial.

Allí arriba está el Astro Señor Sol que nos quema la piel, nos derrite a base de sudor y hierve nuestras cabezas de remolacha para que sintamos la dolorosa ruta de la soledad soleada.

Porque compartir con otros semejantes ya no es divertido, porque hablar se transforma en una lucha verbal,  porque gracias al calor mi sueño de despertar tarde se ha marchitado.

¿Es tan difícil ser dueño de algo dentro de esta pequeña y sofocante cuidad?

¿Por qué no puedo rayar una pared y no sentir culpa? ¿Por qué no me da lo mismo destruir y reparar con mis propias manos?

Aguantando, aguantando desde tiempos inmemoriales muchas situaciones negras como los ojos que observo en el espejo.

Las cosas seguían su estela feliz, todo aparentaba ser tranquilo y suave, el túnel del amor era una ideología que se podía alcanzar, las amistades eran felices, el estudio –aunque complicado- aparentaba ser distinto, más cercano y fácil de ver. Ahora todo muere inevitablemente.

Es una muerte anunciada y fatídica como la de un señor con grandes alas que sobrevuela mi cabeza en búsqueda de lógica y motivación, las dos cosas que necesito más que ese túnel que ahora parece lejano, al horizonte, no puedo llegar hasta allí a base de esfuerzo o amor ya que no los poseo.

Como una burbuja que aparece a base de shampoo, agua y un poco de suerte, es tan hermosa y extraña, la contemplo porque junto a ella todo parece perfecto, pero ese espejismo dura poco y se revienta en frente de mis oscuros ojos para mostrarme la realidad. El utópico sueño a fallecido.

Aguantando nuevamente, vuelvo a resistir como solía ser desde el inicio ¿esto de verdad me afecta? Como un erizo de infinitas púas que se entierran debajo de las uñas de los dedos, me acorazo y sello mis labios rotos porque el temperamento del ambiente me estresa.

Mira a esa familia rubia de piel angelical que aparece en televisión de color a la hora del almuerzo para promocionar algo que seguramente no tendré, se trasladan en vehículos lujosos por la costa dorada en pleno atardecer naranja con su pelo al aire, parecen semidioses en tierra de semihombres, una raza de reinos lejanos con gran poder adquisitivo, muy lejos de los problemas cotidianos de la gente idiota como estos huéspedes que luchan como animales por sucio dinero, tratan de conservar lo poco que tienen de dignidad dentro de este material dudoso.

A veces quiero pegarme un tiro en la sien, otras veces quiero ir a Hawaii y ser Kawaii con flores,  mariposas,  sonidos relajantes llenos de aromas psicodélicos y pegarle un tiro a los problemas que llevo arrastrando en mi espalda durante tanto tiempo. El estudio, la socialización forzada, pruebas y obligaciones incoherentes, competiciones anónimas, restricciones y amenazas de diferentes niveles de daño, la eterna contaminación e ignorancia que ya no soporto más, me crean un dolor y la cabeza me duele cada vez más.

Lo único que deseo, lo único que quiero con muchas esperanzas es descansar sobre una suave superficie fresca, sin preocupaciones de muertes o destrozos ajenos, sin desquiciarme por alimentos o dinero, sin tener que socializar por obligación con personajes desconocidos o hacer trabajar la mente por algún inservible examen numérico o escrito.

 Por más que invoque a la lluvia no caerá, el rey sol nos gobierna y elimina cada espacio de frío que resultaba ser mi cobija. Mi sensibilidad aparece en tiempos de atmósferas hostiles, el hambre no aparece, tampoco el sueño o el cansancio.

Por más que llame a la lluvia no caerá, se ha secado y no hablara más conmigo. Siempre tuve un final triste.

El nombre no importa mucho en estos casos, los niños corren con sus zapatillas coloridas por los pasillos y no tienen miedo de caer, ahora se disponen a partir de esta lugar que no fue ideado para expresar tus sentimientos, tus ideas artísticas ni nada por el estilo, este lugar fue construido para reprimir todos los colores y dejarlos grises y tristes

El corazón no importa mucho en estos casos, las personas caminan por encima de tus sentimientos si se trata de dinero fresco, la oportunidad llama y ellos tienen que partir a trabajar en un lugar donde el gris es la felicidad y la gama de arcoíris es la lujuria amarga.


II.

Afirman acusaciones en su nombre y arremeten para defenderse de forma agresiva y soez, ya no existen los buenos modales que nos trataron de enseñar nuestros obreros padres,  ya no aparecen los consejos de las infinitas misas o reuniones religiosas a las cuales asistíamos por tradición y respeto al supuesto creador que tenemos sobre nuestras cabezas. No somos nada y a la vez queremos controlar el mundo, el nodo de cada ser vivo, nuestra codicia de poder nos nubla la mentalidad que solíamos tener cuando éramos simples niños en búsqueda de leche y galletas, de esa clase de necesidades diarias en donde solo importaba el presente y el futuro era algo desconocido.


¿Recuerdas cuando tus encías sangraban en vacaciones?

Las ideas eran escasas porque la imaginación se confundía con la realidad de tal forma que no podía diferenciar tu rostro recortado con la pintura barroca que tengo sobre la ventana por donde entran los primeros rayos madrugadores del tirano rey sol de gafas oscuras. Nosotros queríamos ser algo especial para los conocidos como desconocidos, la palabra preocupación no la conocíamos. Lo único que esperábamos recibir era cariño acompañado de un poco de leche con galletas. No pedíamos mucho.

Hoy, el calor nos aqueja y nuestras palabras causan dolor cuando no sabemos ocuparlas en la persona correcta.

Herimos al inocente y perdonamos al culpable.

Tengo una venda en los ojos y mis manos son lo único que tengo para reconocerte, tu rostro de labios quebradizos que cada cierto tiempo me intriga más y más sigue allí, debajo de tu misteriosa mirada las lágrimas florecen una vez más.

No son gotas de alguna lluvia perdida en verano o lágrimas de felicidad exaltada, tampoco pertenecen a un bostezo que contenga demasiado sueño, nada de eso, tus marinas lágrimas saladas son provocadas por el sufrimiento de algo que te aqueja. Mis ojos están vendados, mis manos están libres.

Cuando pueda volver a ver con claridad me daré cuenta de todo el dolor ajeno que he causado, mi sangre ya no están, mis recíprocos conocidos han desaparecido y tu estas llorando bajo la sombra del ancestral árbol donde pasabas tiempo trazando líneas perdidas sobre el blanco papel, tan solo lloras por el exterminio de tu efímera paz.

Tus labios quebradizos están destrozados, tu angelical rostro se ha marchitado, mi idiota vida se está tardando en acabar.











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