Tartamudeaba
en momentos de tensión que hacía de su corazón un conejillo de indias a tanta
absurda presión, tenía la intención de responder pero era inútil, las palabras
se atropellan unas con otras dentro de su cabeza. La repuesta era confusa y el
alto mando seguía con absoluto dominio. Una pronunciación clara.
El
chico de resientes 18 años tiritaba en pie, atrás quedaron las insolencias
hacia sus progenitores, muy lejos quedaron las burlas que lanzaba en contra de
sus compañeros. Se sentía el mejor de su comunidad de amigos, tenía el poder y
lo proyectaba donde se le antojara.
Ahora
con un uniforme militar y un rostro incomodo en frente exigiéndole su nombre.
-¿Su
nombre cadete?
No
tenía poder ni amigos, renegado de sus padres, está solo en una habitación
llena de gente extraña, tragaba saliva por simple cliché, no tenía respuesta ni
seguridad. Los segundos eran tensos y duraban más de la cuenta, abalanzándose
con las mínimas agallas que aun poseía respondió sin fuerza, ese sonido nacido
del miedo pero con autoridad para saber quién es.
El
mayor, el teniente, el sargento y/o el capitán que en realidad nadie sabía
quién diablos era, lo miro fijamente mientras sus labios secos se movían
rígidamente de posición, esa contemplación duro apenas unos momentos y se
destinó a seguir con el siguiente recluta para preguntar nuevamente su nombre.
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